Relato de fin de semana. Esto lo escribió Tagliapietra. Solo se dedica a relatos que tengan que ver con contextos rurales o campesinos pero reflexivas. Espero les guste así se lo cuento, ya que no maneja PC ni se sumerge en Internet.
La cola del cerdo es un signo de pregunta
Crasa rutina de habitar el mundo. El consuelo de la sangre
que chorrea luego de que la faca perfore el corazón entre las paletas y el
chirrido se transforme en letanía al dios que no existe; ante la vida que se
pierde. Qué hacer si el abuelo solo me manda que sostenga la cola del cerdo
gigante, de más de trescientos kilos y yo un pequeño niño, solo quiero quedarme
dentro de la casa. Porque me figuro que ese grito, el del cerdo, el cual
conozco de antes de nacer, porque en la sangre se transmite los cientos de
miles de maiales que mi gente ha
sacrificado para ella sobrevivir. Se me cuela en mi bilis y me hace suponer que
el próximo porcino es el que me va a matar, como vengador de todos sus
ancestros. Vencedor por sobre el humano y sobre la faena de ceder su vida para
que otra especie viva. Cesión que no es para nada voluntaria sino que obligada
porque así dios lo determinó en un principio y no queda más que asentir.
¿Qué le haremos? Si así es la vida y en esta historia de
campesinos por los últimos miles de años así lo determinan. Tal vez mis
primeros ancestros paleolíticos fueron los primeros en enlazar un chancho
salvaje, un jabalí lechón y llevarlo a sus palafitos o sus hogares circulares y
comenzar ese proceso de domesticación. Es muy difícil saberlo porque han pasado
miles de años, miles de historias y miles de ancestros.
Y se siguió repitiendo y se seguirá repitiendo aunque no sea
yo el que empuñe la cuchilla que en carne penetre.
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