Sueños
de lobizón
Las
nubes como una caravana ostentosa
en
lenta marcha, ruedan sobre mi crisma
negándome
el placer de una luna-farola
que
acompaña mi ebriedad,
echado
en el cordón de la vereda
de
un barrio marginal de Berisso.
Única
compañía por la cuadra.
Nadie
habita la noche.
Desde
antaño, las gentes se refugian
dentro
de sus hogares
en
torno a la luz.
Solos,
los demonios y lobizones
adoradores
del sol nocturno
empleamos
nuestros fueros
para
ocuparla.
La
noche es nuestro día
y
la oscuridad, el papel
que
empleo en la escritura
de
estos versos
que
perforan mis entrañas
como
el verijero que porto
sujeto
tras el cinto. Solo estamos los solos
que
unimos soledades
a
la sombra de lo negro de la oscuridad.
grgrgrgrgrgrgrrr
afloran
mis sentidos
cual
colmillo que asoma
fuera
de los labios.
Bebo
la sangre
derramándola
sobre mí pecho
y
me enjuago la boca con el cuero
de
mis brazos. La calma-chicha precede la tormenta.
Los
navegantes lo saben y se
agitan
por poseer tal sabiduría.
Preparo
las garras asestando el golpe al viajero celeste.
Apago
las luces y
enciendo
la muerte
sobre
un pabilo eterno
llamado
“mundo”.
La
noche es la cama donde
los
sueños vuelven-se reales.
Nadie
habita las noches.
Tierra
fértil en espectros y lobizones.
El
ser humano se refugia,
desde
tiempos remotos,
en
sus hogares,
en
torno al fuego.
Todos
temen que sus sueños sean reales y deseen vivirlos.
El
sistema
no
necesita tal cosa
así
que inventó el alumbrado público
y
te cobra por ello.
Es
por esto que ya
nadie
sueña
y
no circulan lobizones