porque la lucha continua y las palabras no se quedan atrás

la palabra resiste

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jueves, 27 de agosto de 2015

A la casa del rey

A la casa del rey

Domenico Tagliapietra

Qué el recuerdo no inunde los ojos, el tiempo pasado no fue mejor solo por imaginárnoslo como un edén celeste.
Se inventaba un recuerdo y a fuerza de contarlo se hacía presente.
-          Se acuerdan cuando ...
y allí comenzaba un rosario de anécdotas tan sagradas como letanías mismas.
-          Sagrado es solo dios
aclaraba cada vez que alguien se excedía en la grandilocuencia de los adjetivos.
Cierta tarde se dirige a su dormitorio amplio con dos ventanas, la cama centrada sobre uno de los lados y cerca, una cómoda. Las cómodas, las de antes, espaciosas, totémicas contenían la historia acumulada por décadas como un relicario venerado en un templo.
Mientras buscaba, no sé qué cosa, encontró la cajita. Esa caja apagada por el paso de los años. Tenía un borroso color bordó y los bordes gastados. Era pequeña. Cómo de un anillo o algo así. Pero no contenía una alhaja sino lo real encerrado en el tiempo.
Reverencialmente la abre como a un tesoro, como su posesión más preciada. Dentro, la mortaja ocre de un recorte de necrológicas de un diario protege tiernamente una foto-carnet.
-          Mi negro, mi rey
se emociona la tía.
Ella sabe que la memoria se construye con retazos que conforman una manta ensamblada; que los recuerdos son cadenas que ligan al pasado, enredadera que abraza el cielo con la tierra

Hay cosas que son reales, piensa la tía, y cierra el cajón. 

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