Justificación de el irredento
Aquí estoy, irredento. Reclamando las tierras de mi alma. Las
posiciones que me fueron quitadas con la llegada del catolicismo, del
cristianismo, del judaísmo y demás ismos
que se formaron luego de ellos.
Reclamo los fueros para mí. Reclamo que soy dueño de mi mismo
y no soy de nadie más. Soy mi soberano. A mi mismo cedí todos los poderes. No
necesito de nada y de nadie que me redima, solo yo. En algún momento, algún día
me redimiré para lo más grande que adviene.
No necesito de nada ni de nadie. Creo que no me tengo que
redimir de nada. Por eso estoy sin redimir, y es por eso que me llamo el
irredento.
Quien dijo que quiero ser redimido. Quien me preguntó si
pretendo ser redimido. Me preguntaron si quería que alguien me redima. Por el
momento, no. Se atribuyeron el derecho, hace milenios, de haberme redimido pero
hasta ahora nadie lo hizo y si lo hicieron, no veo efecto alguno. Así que
déjenme solo. Como diría Pessoa, “Vayan
al diablo sin mí, o déjenme ir solo al diablo”. Es este caso yo digo:
redímanse solos, dejen que otros los rediman o dejen que, solo, me redima. ¡Hagan
lo que quieran! ¡Qué solo bien me basto para esta tarea!
Solo bien me basto, ¿oyeron? soy el irredento.
Quién los mandó a pensar que estos territorios de mi mismo
son suyos. Los límites los determino yo, que soy la medida de todas las cosas.
Así que pueden empezar a desalojar estos territorios que son míos y que ustedes
colonizaron como si fueran suyos.
“Y al cabo, nada os debo;
debéisme cuanto he escrito” expresaría Machado. Así que nada les debo y ustedes, a mi,
todo. Y si les debo, recuerdo lo que Cristo indicó Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Yo no soy ni el César ni Dios sino uno más grande que viene
detrás de ellos, por ello, debedme mucho más.
Soy el irredento. Soy la medida de todas las cosas.