un pequeño relato parte de lo en algún momento será novela. Escrito hace tres años, nunca más actual para el momento que se vive en Argentina...
12
Estaban todos listo para lo que venía. La gendarmería
recibió la orden de avanzar sobre los que ocupaban la ruta. Las piedras volaron
sobre los escudos. El gas también corrió, pero en la dirección opuesta. A Uno
le dieron con una bala de goma. Otro cayo a aquel lo agarraron a macanazos. El
otro encendió una cubierta. Con las gomeras enfrentaron al fuego. La piedra
contra le plomo. La libertad contra el yugo. La gente contra el capital. El
estado ordena que reprimieran su cuerpo. Flagelos propios ante la carne que
estalla.
La ruta ardía en fogatas ante la injusticia de los
helicópteros que escapan. Aquella noche fue la noche del fin del mundo. Sobre
la ruta cientos de vehículos, miles de personas esperaba que se abra el cielo y
bajara dios para el juicio final. Él se sentó en el cordón lo último que
quedaba en pie en ese mundo, la amistad y con ella salió a pelear cadena en
mano para que vengan los demonios a llevarlo. Iba a ligar, pero no se la iban a
llevar gratis pensaba mientras ajustaba otra vuelta de cadena sobre su puño
izquierdo. El fin del mundo llegaba. Todo se terminó, pero no se iba a
entregar; hasta el último momento la iba a pelear hasta que no queda nada ni
nadie, ni voluntad para asir lo que quedara.
Sin voz, sin fuerza, sin aliento iba al luchar. Esa
noche, la noche, se oscureció más que nunca. Él sabía que aquí termina la vida
y comenzaba el olvido. Lo único importante era estar allí. Y resistir en
aquella isla minúscula, imperceptible en el espacio esperando la mano que ase
el hacha dispuesta a decapitar, a la guadaña que vendría a segar.