Estoy en Bariloche, sobre el lago Nahuel Huapi.
¿Quién pensaría que fuera tan lejos?
¿Tan lejos de casa, tan fuera de la ruta que
normalmente hago, que cotidianamente vivo?
Vida que se proyecta en el ahora y en el aquí.
Perdido en la noche, extraviado en el camino
Me detengo y digo
Yo, hijo de la angustia y del tiempo, del
acontecer y la apertura, me planto
Y coloco mi espíritu en el paradero del viento
Viro, cual tormenta que se piensa en la mañana
redentora
En el vivir
En el habitar la aurora
Y con el día situarse más allá el desosiego que
implica el pisar este suelo
Colocado debajo de las plantas.
Yo, este yo, que me habita
Que doblego con el peso del firmamento sostenido
sobre mi crisma
Es eso, y solo eso
No puedo negarlo
No puedo cambiarlo
Solo pisarle la cabeza
Cual dicho de poeta
Y decirme a mi mismo
El habitar en la poesía
Vida poética resta
Y considerar que:
Situarse ante el mundo con voz de fuego y
tormenta
es el sentido que me sostiene.