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viernes, 18 de septiembre de 2015

Sueños de lobizón

Sueños de lobizón

Las nubes como una caravana ostentosa
en lenta marcha, ruedan sobre mi crisma
negándome el placer de una luna-farola
que acompaña mi ebriedad,
echado en el cordón de la vereda
de un barrio marginal de Berisso.
Única compañía por la cuadra.
Nadie habita la noche.
Desde antaño, las gentes se refugian
dentro de sus hogares
en torno a la luz.
Solos, los demonios y lobizones
adoradores del sol nocturno
empleamos nuestros fueros
para ocuparla.
La noche es nuestro día
y la oscuridad, el papel
que empleo en la escritura
de estos versos
que perforan mis entrañas
como el verijero que porto
sujeto tras el cinto. Solo estamos los solos
que unimos soledades
a la sombra de lo negro de la oscuridad.
grgrgrgrgrgrgrrr
afloran mis sentidos
cual colmillo que asoma
fuera de los labios.
Bebo la sangre
derramándola sobre mí pecho
y me enjuago la boca con el cuero
de mis brazos. La calma-chicha precede la tormenta.
Los navegantes lo saben y se
agitan por poseer tal sabiduría.
Preparo las garras asestando el golpe al viajero celeste.
Apago las luces y
enciendo la muerte
sobre un pabilo eterno
llamado “mundo”.
La noche es la cama donde
los sueños vuelven-se reales.
Nadie habita las noches.
Tierra fértil en espectros y lobizones.
El ser humano se refugia,
desde tiempos remotos,
en sus hogares,
en torno al fuego.
Todos temen que sus sueños sean reales y deseen vivirlos.
El sistema
no necesita tal cosa
así que inventó el alumbrado público
y te cobra por ello.

Es por esto que ya
nadie sueña
y no circulan lobizones

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