sjjlgor fravn
furia eterna
sobre la roca que yace en el cielo
beorn levanta tus brazos
en suplica
descuelga el alma del Solitario
NËMA
La oscuridad cubre la entrada de su cabaña, dentro,
solo la luz tenue del candil humeante brinda protección en la noche negra. Los
tiempos se estremecen ante el rumor del viento y la nieve. Las ramas de los
pinos y encinos se quiebran bajo su peso. Silba en un tono agudo el viento
cimbrando las ramas del brunghe cercano a la precaria vivienda.
Sjjlgor sopla sobre las brasas escondidas bajo las
cenizas, procurando que enciendan una mecha de hierba seca y astillas.
- Si el fuego se apaga estoy perdido.
- Si el fuego se apaga estoy perdido.
La vivienda cruje con voz cavernosa. Sjjlgol tiembla.
Sabe, por sus huesos, lo que ello significa.
Comienza una letanía profunda
furia furia furia
eterna
sobre la roca que
yace en el cielo
beorn levanta tus
brazos
en suplica
descuelga el alma
del Solitario
NËMA
Con las palmas de las manos apoyadas en el piso, en
contacto con el espíritu, cierra su puño encerrando un puñado de tierra, emitiendo un alarido de muerte. Su cuerpo se tensa, se tensa hasta que le
duelen los músculos temiendo romperse. Sigue orando y suplicando la piedad de
los espíritus y dioses, invocando a los protectores y los de más allá del
viento y los allkbajrg que soplan los aires y empujan los barcos. Nadie
responde. Mientras recrudece la tempestad, alguna teja de madera de enebro, suena
soltándose arrastrada. El aire se cuela entre las maderas y las aberturas
avivando el candil y el minúsculo fuego, buscando consumirlas.
Solo quedaban dos horas para que saliera el sol, y con
él, su salvación aparente. Pero dos horas, ¿Podrá resistir? ¿Tendrá las fuerzas
capaces para sobrellevar tal carga? ¿El refugio soportará tal tempestad?
Heinrich Schwarzwald
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