Es viernes santo. ¿Viernes santo?
hace mucho que no uso esa expresión. Miro el reloj del celular. Ya pasaron las
nueve de la noche. Cristo lleva varias horas muerto. Regreso a casa en un micro
Expreso La Plata desde los pagos de Punta Indio. Es de noche. Noche cerrada. La
luna no sale. El chofer sintoniza la radio inundando el colectivo con música. Suena
Sui Generis. Me siento anacrónico. Pienso ¿Cuál es la razón? la vida subyuga y
el alma vuela. ¿Hay alma? ...
Hoy conocí un hombre de 80 años. Hace
un poco tuvo una ACV pero resiste trabajando en su vivero y su huerta. Pasado
remoto que perdura. Parece que no muere. Es eterno.
... Y rasguña las pieeeeedras, y
rasguña laaas pieeeeeedras... satura los parlantes del micro. La vida perdura,
los frutos maduran, sui generis tocando y el micro corre por la 36. Y yo sigo sintiéndome
anacrónico.
Una chica se levanta y se dirige al
baño. La observo y me enamoro. ¿Qué sensación extraña? Hace mucho que la perdí.
El anacronismo en su máxima expresión.
¿Qué hago? ¿Le hablo? ¿Avanzo? lo
descarto. Comienza a sonar november rain,
los guns and roses a pleno. Esa música enamora. Vuelve la chica. Me dedica una
mirada.
Me estallan las vísceras, me
enloquece. Axl Rose la descose con un solo, los coros explotan mis venas. Mi
rostro se consume en un fuego de rojos.
¿El vino de la tarde? ¿El poco
descanso? ¿El amor a borbotones que abrasa?
La música se torna romántica. Azúcar
diabético. Nunca me motivó.
El vino que asciende, la soledad que
alienta, el lento movimiento del micro narcotiza. No quiero dormir, no me permito
dormir esta noche. La noche muere y no me importa. Solo es rito. Lo que importa
es que yo muero, nada apetece, nada acontece y el letargo del mundo teje su
manta sobre mí.
Pasan los años y yo vivo
como sino nada aconteciera, como si el tiempo fuera eterno. Todo pasa y todo
queda[1],
dijo el poeta, esperando que su amor retoñe en un olmo con la primavera. Mi
ansia espera que el viento solo mueva las débiles ramas de los álamos cantores[2].
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